EL MÁRTIR

El Mártir es el arquetipo disfuncional de Svadhisthana Chakra, segundo centro energético, en el que se aloja la capacidad de disfrute y de establecer relaciones saludables.
Para el mártir la vida es complicada, un drama que conlleva sacrificio, y se resigna al sufrimiento y al dolor en nombre del deber o del amor. Se desvive por satisfacer las necesidades de otros, desatendiendo las suyas propias, considerándose por ello a sí mismo altruista, generoso o buena persona.
Pero su sacrificio no se encuentra motivado por verdadero amor, en sí mismo puro y desinteresado, sino que es motivado por alguna carencia, como pueda ser: la baja autoestima, el no sentirse merecedor de disfrute o de una vida plena, la búsqueda de aprobación, reconocimiento, amor, compañía, pertenencia o la necesidad de dar un sentido a la propia vida; su abnegación puede también estar causada por el miedo a hacer los cambios necesarios en su propia vida, a afrontar los desafíos, a emprender el propio viaje, a descubrir quién es realmente, o también por el temor a decepcionar a los demás.

El mártir a menudo suspira, se encuentra exhausto pues se funde su energía vital en su rol de servir a los demás. Suele relacionarse con personas complicadas y abusivas, pues no tiene la capacidad de establecer los límites necesarios para relacionarse de forma saludable con los demás.
El mártir se queja constantemente, pero si alguien le sugiere que cambie encontrará decenas de excusas que perpetúen su situación.
Su martirio es un mal necesario, una cruz con la que debe cargar. -“Me necesita”- Afirmará.
El ocasiones puede utilizar su autosacrificio como modo de manipulación del otro, haciéndole sentir culpable si no recibe del mismo la actitud que espera. -“Así es cómo me agradeces todo lo que he hecho por tí”, “He renunciado a tantas cosas por tí”.- En ocasiones el mártir albergará dentro de sí resentimiento y demandará que otros también se sacrifiquen como él. Este es un mecanismo de defensa conocido como la proyección de la propia sombra y estos serían algunos ejemplos: La mujer que renunció a su vida por la maternidad, no de una forma libre sino condicionada, y, resentida, aboga por la prohibición del aborto para que otras mujeres se sacrifiquen también como ella hizo. O el padre que entrega su vida a su hijo y reclama de éste que triunfe o que sea muy atento y agradecido. El hijo no tiene permiso para, sin más, ser él mismo. O el mártir laboral que rechaza a los parásitos sociales y reclama que sean castigados.

El Salvador es otro nombre con el que se designa una conducta arquetípica similar a la que ahora nos ocupa. El salvador se involucra en los asuntos de los demás, da consejos y trata de auxiliar aun cuando no se le ha pedido auxilio, obtiene cierta sensación de superioridad y omnipotencia al sentirse poseedor de las soluciones a los problemas de los otros, y que estos le necesitan.
Rescata a otros haciéndose cargo de sus responsabilidades, conductas o decisiones. Si bien, una persona emocionalmente equilibrada no aceptará este rescate, pues ella misma se siente capaz de resolver sus asuntos.

El problema al que apunta Carol S. Pearson en su libro “El Héroe Interior” es el de ingresar en el rol de Mártir de una forma prematura, no habiendo tenido todavía oportunidad de desarrollar nuestro propio crecimiento e individuación; volcarse en los demás sin haber desarrollado la autoestima y confianza personal, u obtenido la claridad respecto a lo que somos y queremos, lo cual acarreará resentimiento, amargura, manipulación y culpa.

Respecto al mártir podría decirse que está un peldaño más evolucionado que la Víctima o el Huérfano, porque representa un alejamiento del narcisismo egocéntrico de estos; al menos es consciente de que no es la única persona en el mundo; pero no ha desarrollado correctamente los límites, la individualidad, la asertividad ni la autoestima. A diferencia de la víctima, que espera pasivamente ser salvado, el mártir piensa que debe sufrir y trabajar duramente para salvarse; busca con su sacrificio sentirse merecedor de amor y estima, pues todavía no ha descubierto que sólo por estar vivo es ya merecedor de amor y respeto.

El arquetipo del mártir puede desarrollarse en:

• Padres y madres que se dedican enteramente a sus hijos, descuidando su relación de pareja o desatendiendo sus propias necesidades vitales. Socialmente se ha considerado la sumisión de la mujer como un valor, y esto ha hecho que el arquetipo del mártir haya sido especialmente desarrollado por las madres. Éstas, al dedicar por entero sus vidas al cuidado de los hijos, cuando estos crecen y se marchan, pueden llegar a padecer el síndrome del nido vacío, al quedar sus vidas vacías de sentido.
• Personas que se dedican únicamente a su pareja desatendiendo sus necesidades personales. Se relacionarán a menudo con personas complicadas y abusivas, estableciendo relaciones de codependencia.
• Algunas prácticas de ascetismo o penitencia que únicamente buscan obtener el reconocimiento de dios. San Juan de la Cruz dice, de este modo tan hermoso, que la entrega debe ser por puro amor: "El que dice que te ama y guarda los diez mandamientos de tu ley solamente porque le des la gloria, téngase por despedido de ella." "Aunque no hubiese infierno que amenazase, ni paraíso que convidase, ni mandamiento que constriñese, obraría el justo por sólo el amor de Dios lo que obra."
• El ámbito del trabajo. El conocido como “mártir laboral” se sacrifica trabajando más horas que el resto, no toma apenas días libres y le cuesta delegar. Sufre y se queja continuamente. Detrás de esta conducta hay un sentimiento de inferioridad, y una necesidad psicológica de reconocimiento, admiración o afecto. Pone tanto de sí para obtener algo más de retorno.

La Víctima y el Mártir. La codependencia

Junto a la Víctima, que se refugia en algún suceso o enfermedad para no afrontar la responsabilidad de su vida, suele encontrarse un mártir dispuesto a sacrificarse y a asumir cargas que no le corresponden, sediento de amor o aprobación, creando así una relación viciosa de dos personalidades con carencias que se retroalimentan y perpetúan su disfuncionalidad.
Este tipo de relación es llamada "de codependencia emocional"; la Víctima aparece como dependiente, y el mártir como dependiente de la dependencia que padece la primera. Uno siente que necesita inexorablemente a otro, y este otro encuentra en esta dependencia la satisfacción de su propia necesidad de sentirse valioso.
También son denominados como adicto y consentidor; la Víctima sería el adicto a cualquier conducta irresponsable o destructiva, y el mártir sería el consentidor, que transige con su actitud y entre ambos la refuerzan.
Ejemplo: padre que sigue manteniendo a su hijo aun estando en una edad en la que debe aprender a sostenerse por sí solo. Mujer que protege y excusa a su marido, víctima de alcoholismo. En ambos casos, tal protección mantiene lisiado al otro e impide su desarrollo.

Desterrando al Mártir de nuestra vida

A continuación veamos algunas ideas y sugerencias para exiliar a este acérrimo sufridor de nuestra vida:
• Aprende a dar sin anular tus propias necesidades. “Nunca es bueno entregar algo que es esencial para nosotros, sólo aquello de lo cual estamos listos para desprendernos”.
• Encuentra el flujo virtuoso entre dar y recibir. Recibir puede ser tan santo como dar.
• Refuerza tu autoestima. Recuerda que amar al prójimo como a tí mismo también significa amarte a tí mismo igual que al prójimo. Amarte y sentir que eres valioso te liberará de la necesidad de aprobación o reconocimiento.
• Aprende a establecer los límites que permiten entablar relaciones saludables. Antes de hacer algo por alguien pregúntate cómo te sentirás después de hacerlo. Si predices que el sentimiento no será positivo, pues te vas a sentir usado o superior, no lo hagas. Practica la asertividad aprendiendo a decir NO con naturalidad y sin necesidad de conflicto. Recuerda: Soy responsable de mis acciones, de mis palabras y de mis emociones; pero no soy responsable de tus acciones, ni de tus palabras, ni de tus emociones.
• No puedes hacer feliz a todos todo el tiempo. ¡Suelta esa pesada carga!
• Involucrarse en los asuntos de los demás es una perfecta forma de volverse loco. ¡Recobra la cordura atendiendo a tus propios asuntos!
• Además de este modo le permites al otro que aprenda la lección que ha venido a aprender y limpie su propio karma.
• Inspírate en el Bienhechor, arquetipo muy evolucionado de la generosidad, pues se sacrifica noblemente, de corazón, por genuino amor. Representa el dar por el placer de dar, con total desapego. Es un dar compatible con la propia identidad, una expresión del propio ser. No es un sacrificio limitante sino enriquecedor, no es destructivo sino transformador. Esta nobleza en el dar requiere un proceso de aprendizaje y madurez; cada día nos enfrentaremos a elecciones: ¿Me sacrifico o no? ¿Hasta dónde sacrificarme? Procesos de elección o decisión que nos ayudarán a definir nuestra identidad y prioridades. De este modo, siempre que elijo, ya sea dar o no dar, gano. Muchas veces tomaremos la decisión equivocada, pero si nos hacemos responsables de la misma podremos quedarnos con el aprendizaje para posteriores elecciones.
• ¡Medita y afina tus chakras! Un triángulo inferior fuerte, el corazón abierto y el entrecejo despejado te dotarán del poder personal, el amor y la intuición necesarias para identificar tu dharma, la acción virtuosa, en cada momento.

Dime cómo prácticas y te diré cómo vives

¿Sufres en tu práctica de Yoga? Si es así, debes saber que estás sufriendo por propia elección, y es muy probable que también lo estés haciendo en otras áreas de tu vida. Destierra el sufrimiento deliberado y deja que el placer y el disfrute entren en tu vida.

Bibliografía:

  • S. Pearson, C. (1991). El Héroe Interior, Arquetipos de Transformación. Editorial Mirach.
  • Wauters, A. (1996). Los Chakras Y Los Arquetipos, un viaje hacia el autodescubrimiento y la transformación. Editorial Edaf.

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